lunes, 1 de abril de 2013

América Latina en una Nueva Encrucijada

Jesús Hernández Garibay

La desaparición del presidente Hugo Chávez como corolario de su ominosa enfermedad ha desatado una ola de análisis y comentarios en torno a la estrella futura de América Latina y el Caribe. Que no hay nadie que pueda sustituir su liderazgo regional, que el sueño chavista terminó con su defunción, que la revolución bolivariana tiene ahora los días contados y que concluyen finalmente las fantasías de desarrollo e integración que se habían tenido acerca de nuestra patria grande. Pero la defensa de los profusos proyectos nuestramericanos a que esa noble revolución dio lugar hasta ahora, tendrá que seguir adelante, afrontando desde luego sus propias realidades.

De por sí que, como dice la CEPAL en su más reciente Informe acerca de las condiciones latinoamericanas, en distintos países se enfrenta hoy, por enésima ocasión, “un escenario económico complejo debido al debilitamiento del crecimiento y a la incertidumbre prevaleciente en la economía internacional…” Por causa del menor dinamismo de la demanda externa y a la volatilidad en el precio de las materias primas, “de las cuales los países latinoamericanos siguen dependiendo en exceso, las debilidades estructurales impedirían ―según el organismo de la ONU― alcanzar un crecimiento económico mayor y más incluyente durante los próximos años…” Una circunstancia que bien podría ser sorteada mediante el proceso de integración que impulsó el venezolano.

Durante la presidencia de Chávez fue fundada la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), un acuerdo entre Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela que juega un relevante papel en la búsqueda de un comercio más justo sin la influencia de organismos tradicionales como el FMI, el Banco Mundial o el Banco Interamericano del Desarrollo que siempre han jugado en favor de poderosos intereses trasnacionales. El impulso a la economía latinoamericana siempre estuvo, hasta antes de ahora, bajo la tutela de otros organismos que, como la OEA, jugaron un papel relevante en el fortalecimiento del panamericanismo a trasmano conducido por Estados Unidos, país para quien durante más de un siglo hemos sido solamente su “patio trasero”.

La pregunta es, en todo caso, si será posible fortalecer el curso inicial de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que al amparo también del liderazgo venezolano se constituye en el 2011 con el principal objetivo de vigorizar las relaciones regionales sin la tutela de EUA. O si podrá consolidarse la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) conformado por el MERCOSUR y la Comunidad Andina (CAN) en el intento de la integración económica; o si continuará también el proyecto del Banco del Sur como recurso financiero alejado de las leoninas reglas de esos organismos financieros internacionales. Desde luego se podrá, si se entiende la necesidad de avanzar en los mismos, bajo el liderazgo pero más allá de la personalidad de sus actores, con la participación cada vez más amplia de la gente y en defensa de los pueblos que los sustentan.

1º de abril de 2013.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 31 de marzo de 2013)
El Otoño del Imperio

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