domingo, 20 de mayo de 2018

El Bicentenario del Nacimiento de Carlos Marx

Jesús Hernández Garibay

El 5 de mayo último fue recordado y en muchos lugares celebrado el bicentenario del natalicio de una de las figuras más influyentes de todos los tiempos en el mundo. Repudiado por unos y venerado por otros, respetado y reconocido por los más, el alemán nacido en Tréveris Carlos Marx es, todavía, a más de 130 años después de su muerte en 1883 en Londres, uno de los pensadores más comentados en el orbe.

Su obra permanece y es todavía tan acremente criticada por izquierdas y por derechas, como analizada ponderadamente por algunos de los más serios científicos sociales de nuestro tiempo, a la vez que admitida con agrado por intelectuales genuinos representantes de las capas más empobrecidas de la sociedad. Considerada en sus tres fuentes, la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés, y en sus tres partes, el materialismo dialéctico, el materialismo histórico y la economía política, ha sido aceptada por muchos como una infalible herramienta metodológica para el análisis de mayor fondo del sistema capitalista vigente.

Tan importante es todavía hasta para sus mismos coterráneos, que Alemania tiene formalmente programados en conmemoración de su nacimiento para lo que resta del año cerca de 600 eventos, incluyendo exposiciones, conciertos, obras de teatro y conferencias. Un mandato gubernamental que tuvo su inicio hace dos semanas con la inauguración de una exposición permanente en la casa natal del notable personaje y de una escultura de bronce de cinco y medio metros de altura obsequiada por China, un Karl Marx vestido con levita, ante casi mil 500 personas que asistieron al acto; algunos movilizados en protesta contra el homenaje.

Como quiera que sea ―no obstante que Mario Vargas Llosa haya dicho que “Nadie puede creer que el marxismo es la solución para los problemas de un país”, que José María Aznar acuse que “Los herederos de Marx y Engels fueron Stalin y Lenin, que asesinaron por millones”, o que Álvaro Uribe diga que Marx “murió sin conocer la cosecha de sus fracasos”―, lo cierto es que hoy no es posible comprender el alcance de los problemas que se viven en el mundo, tan sólo por causa de la corrupción, la crisis del Estado o las limitaciones de una política económica errada.

Hechos tales como la crisis global que sufre hoy el capitalismo, el declive de las ganancias y la necesidad de elevar la productividad y como consecuencia el aumento del desempleo, las presiones de los mercados para buscar nuevas formas de sustracción de plusvalía relativa, la financiarización y pérdida de valor de la economía, el grave proceso de concentración y centralización de los capitales, el peso con el que cuentan en nuestro tiempo los oligopolios y otros más que corresponden a la sociedad y la política, son circunstancias imposibles de entender sin el uso de la herramienta que nos provee la egregia obra de Carlos Marx.

Una obra vilipendiada por los defensores del sistema y hasta odiada por aquellos que se han dejado llevar por la incesante labor que hacen los medios favorecedores del statu quo, que dicen de manera arbitraria lo que está bien y lo que está mal en “el mejor de los mundos posible”, aquel principal responsable del crecimiento irrefrenable de la pobreza en todo el planeta.

20 de mayo de 2018.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 20 de mayo
de 2018)
El Otoño del Imperio

sábado, 5 de mayo de 2018

A 50 años del Mayo Francés

Jesús Hernández Garibay

En marzo de 1968 un grupo de estudiantes de la Universidad de Nanterre, en las afueras de París, inició una serie de protestas en contra de la Guerra de Vietnam. En abril se desataron enfrentamientos entre estudiantes anarquistas, trotskistas y maoístas con organizaciones de extrema derecha. La policía parisina reprimió estos enfrentamientos violentamente, lo que desató una reacción de repulsa en la juventud francesa. El día 3 de mayo, por ello, estudiantes de Nanterre se congregaron en La Sorbona para hacer más evidente su descontento. La Policía volvió a reprimir y disolvió la nueva manifestación. Así se inician los sucesos conocidos como el “Mayo Francés”.

El Barrio Latino de París junto a La Sorbona, se convirtió entonces en una zona de guerra donde barricadas de miles de jóvenes indignados bloqueaban las calles y resistían las embestidas de la policía; en tanto, estudiantes y maestros convocaron a una huelga que se extendería por algunos días. A partir de aquí las protestas fueron cada vez más intensas y el movimiento alcanzó escala nacional el 13 de mayo, cuando se sumaron los sindicatos obreros con un paro nacional.

Cientos de fábricas fueron tomadas por sus operarios y la industria quedó prácticamente paralizada, mientras los sectores más radicalizados comenzaban a exigir “la abolición de la sociedad de clases”. Siete millones de huelguistas de todos los sectores públicos y privados franceses llevaron a cabo la que ha sido considerada la huelga general más grande del mundo. Y aunque la crisis hizo tambalear al gobierno de Charles de Gaulle, quien hubo de anunciar el 30 de mayo la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria a elecciones legislativas, en el corto plazo las cosas volvieron a la normalidad.

No obstante esto, los acontecimientos de 1968 fueron un punto de quiebre importante en la historia francesa y el Mayo Francés tuvo un enorme y duradero impacto en el resto del planeta. Lemas como “La imaginación al poder”, “Prohibido prohibir”, o “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, dan cuenta de los alcances políticos del movimiento, aunque también de sus limitaciones. Lo que caracteriza el inicio de los movimientos en varios países es el rechazo a la guerra de Vietnam, pero después la gran mayoría de las protestas crecen como consecuencia de los excesos represores de regímenes autoritarios.

“De París a Praga, de Berlín a México, de Berkeley a Madrid ―dice Gilda Waldman―, los jóvenes compartieron el anhelo de libertad frente a sociedades rígidas y autoritarias, el cuestionamiento de anquilosadas estructuras de poder, la crítica a democracias que demostraban su insuficiencia, y la valoración de la responsabilidad solidaria frente al individualismo y la competencia…” Eso convierte al Mayo Francés del 68 en un parteaguas producto de una sociedad global, el propio capitalismo cerrado y conservador.

Para muchos que han escrito al respecto, dicho suceso derivó en una gran revolución cultural que se pronunció por una mayor libertad de todo tipo, incluida la liberación sexual, la igualdad de la mujer, la exigencia de mayor cultura con base en una cosmovisión amplia de izquierda, ecológicamente responsable y anticolonialista. Este es el legado del 68 a nivel mundial.

5 de mayo de 2018.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 5 de mayo
de 2018)
El Otoño del Imperio