lunes, 22 de noviembre de 2010

La Conferencia de Cancún sobre el Cambio Climático

Jesús Hernández Garibay

Del lunes 29 de noviembre al viernes 10 de diciembre del presente se lleva a cabo en el puerto turístico de Cancún, México, la largamente esperada XVI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático, organizada por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), un organismo de la ONU que organiza conferencias anuales desde 1995. El objetivo de la Conferencia es conseguir un acuerdo jurídicamente vinculante sobre el clima que se aplique a partir de 2012, una meta buscada desde la Conferencia de Copenhague de 2009, que no fue alcanzada por razón de los grandes intereses de los países desarrollados ahí enredados. Con una mayor conciencia mundial ahora en favor de un acuerdo de tal calibre, el objetivo, sin embargo, se antoja todavía imposible de lograr, a pesar de los esfuerzos realizados para ello.

Tal y como ha sido destacado en distintas ocasiones, la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, provocada por el hombre, ha alcanzado ya niveles tan altos que el clima del planeta se ha desequilibrado. La concentración de CO2 y la temperatura del mundo han aumentado con rapidez en los últimos 50 años y se estima que subirán aun más rápido en las próximas décadas. Esto se suma a multitud de desequilibrios ecológicos, cuyo impacto pone en peligro vidas, diversidad y medios de subsistencia de la gente, en particular de grupos vulnerables. A la vez, se ha destacado que lo que necesita el planeta es una transición justa y sostenible de nuestras sociedades a un modelo que garantice el derecho a la vida y la dignidad de todas las personas, y entregue un planeta más fértil y vidas más plenas a las generaciones presentes y futuras.

La Conferencia de Copenhague debía alcanzar compromisos para reemplazar los del Protocolo de Kioto, que termina en 2012. Sin embargo, como se recuerda, los países presentes en la dicha conferencia sólo lograron un acuerdo parcial y no vinculante; renunciando a la unanimidad, el pleno sólo pudo asumir un documento menor, que postergó para la Conferencia de Cancún los grandes acuerdos, como el fijar metas de reducción de emisiones contaminantes para las naciones ricas. De entonces acá, diversas acciones han sido llevadas a cabo, como la realización de la Cumbre de Nagoya, Japón, de la Diversidad Biológica que intenta confrontar la pérdida de diversidad biológica agravada por el cambio climático; y destacadamente la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra realizada en Cochabamba, Bolivia.

Recién en estos días también tuvo lugar en la ciudad de México la llamada Cumbre Climática Mundial de Alcaldes, escenario en el que se firma el Pacto entre Ciudades para Luchar Contra el Cambio Climático, suscrito por 138 alcaldes de 43 países. Un esfuerzo local encomiable que, no obstante, enfrenta sus propios límites, ya que de un lado su propuesta de “adoptar e implementar medidas locales de mitigación climática diseñadas para alcanzar metas voluntarias de reducción de emisiones” no incluye aún el “cómo”, en medio de los grandes intereses industriales existentes, mientras que de otro lado no establece la imperiosa necesidad de apoyar financieramente la investigación y promoción del uso de energías renovables, como la solar o la eólica (cuya participación al menos de esta última en la generación total nacional apenas pasará de 0.1% a 0.5% en los próximos 14 años, según la Prospectiva del Sector Eléctrico 2000-2024). Adiciona sí, el “promover la inclusión de la sociedad civil en la lucha contra el cambio climático”; lo que al menos resulta alentador…

22 de noviembre de 2010.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 28 de noviembre de 2010)
El Otoño del Imperio

jueves, 18 de noviembre de 2010

El Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico 2010

Jesús Hernández Garibay

El pasado fin de semana se reunió en la ciudad de Yokohama, Japón, el llamado Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), cuyos líderes hicieron un exhorto a aplicar “políticas que promuevan el crecimiento equilibrado”; el Foro de la APEC estuvo precedido por la también cumbre del denominado Grupo de los 20 (G-20), que se congregó por quinta ocasión luego de la crisis de 2008, esta vez en la ciudad de Seúl, Corea del Sur. Como suele suceder, en ambos conclaves los dirigentes de las mayores economías del mundo se mostraron más preocupados por la necesidad de lograr acuerdos que garanticen un mayor fortalecimiento al mundo de los negocios en medio de la crisis, que por responder de una manera puntual a las nutridas protestas que se manifestaron a sus puertas, y que revelan el malestar general existente por las “devastadoras consecuencias sociales” de dicha crisis.

El APEC incluye a las tres economías más grandes del mundo: Estados Unidos, China y Japón, cuyas empresas han exigido por largo tiempo que se realice un gran pacto comercial de la cuenca del Pacífico, según esto para “simplificar y armonizar la infinita serie de normas y estándares aplicados en los diversos pactos” entre países del mismo APEC. Así, en la más reciente cita en Yokohama sus miembros plantearon su deseo de comenzar a trabajar para crear una “vasta zona de libre comercio”, en lo que se considera por algunos “la región económica más dinámica del mundo”; así, los principales funcionarios y sus jefes en APEC afirmaron que trabajarían entonces sobre los 43 tratados bilaterales y mini pactos de libre comercio que existen ya entre sus miembros.

Como suele suceder en las cumbres que ya se han llevado a cabo, la meta buscada en la reunión del G-20, de “alcanzar una recuperación global equilibrada y sostenida” (en palabras del presidente Barack Obama), quedará nuevamente en buen propósito, en la medida en que el acuerdo principal de que los gobiernos se abstengan de intervenir para devaluar las monedas, no se podrá alcanzar, sencillamente porque no se habla de medidas concretas para lograrlo; el G-20 se plantea avanzar hacia un tipo de cambio más regido por el mercado y menos por los gobiernos, pero en un mercado altamente competido por ganar mejores ventas con productos menos caros, que requiere políticas cambiarias con devaluaciones competitivas. A la vez, el grupo se plantea un nuevo intento por concluir ya la Ronda comercial de Doha y rechazar el proteccionismo, meta que hasta ahora no ha sido posible por más de 10 años en que países como Estados Unidos no la aceptan.

La reunión de APEC, de su lado, planteó también su rechazo al proteccionismo, mientras retomaba la idea de elaborar un marco en pro del crecimiento de largo plazo en la región, específicamente a través del impulso del libre comercio (“Zona de Libre Comercio Asia-Pacífico” para el 2020), en una zona que reúne a 21 economías que representan 40.5% de la población del mundo, 54.2% del PIB mundial y 43.7% del comercio global. De esta manera, como bien se entiende, la intención de ambas reuniones, la de las 20 economías en respuesta a la crisis que estalla en el tercer tercio de 2008, como la de las economías de la dinámica zona Asia-Pacífico, continúan buscando en esencia, bajo el predominio de los países capitalistas más desarrollados, avanzar en resolver las complicaciones mundiales con base en las políticas más socorridas que llevaron justamente a la problemática situación que aún se vive; es decir, con base en un mayor impulso al “mercado libre”.

18 de noviembre de 2010.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 21 de noviembre de 2010)
El Otoño del Imperio

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Las Razones de la Derrota Demócrata

Jesús Hernández Garibay

La derrota demócrata, a manos de un movimiento popular conservador que se expresa a través del Partido Republicano y provoca la conquista por éste de importantes espacios legislativos, es una lección para el mundo acerca de lo frágil que pueden ser las perspectivas en busca de mejores tiempos globales, desde Estados Unidos. Los resultados finales de la jornada electoral del 2 de noviembre último son también una lección para Barack Obama mismo, acerca de la importancia que tenía el haberse mantenido en su primer periodo de gobierno cercano a los electores que lo favorecieron; a la vez sin embargo, si bien es una evidencia sobre los límites actuales, es también un indicador acerca de los alcances que puede implicar ello para un verdadero cambio en el panorama político de la Unión Americana.

Como se recuerda, el complejo escenario estadounidense de principios del nuevo siglo incluye una severa crisis económica como no había sido advertida desde los años treinta del siglo anterior; una crisis que afecta en todos los sentidos tanto a las empresas que por miles nacen, crecen y sucumben a manos de una despiadada competencia en la que los grandes se tragan sin más a los pequeños, como para los consumidores que no logran la suficiente estabilidad para mantener un status familiar, en medio del insoluble desempleo, del creciente empobrecimiento y del agotamiento del crédito como un recurso viable para sus necesidades. Una crisis que fuerza a buscar en el gasto armamentista, con todas las implicaciones guerreristas de ello, opciones para contrarrestar el declive en el ámbito planetario, y que a mucha gente le plantea también las salidas falsas de la delincuencia y la drogadicción.

El movimiento de derecha que propina en los comicios “una paliza”, así lo decía el mandatario estadounidense, a sus pretensiones por modificar el escenario político nacional y global, responde en lo fundamental al desaliento de esa gente cansada de promesas por no advertir mayores avances en su seguridad familiar (en lo educativo, en una mejor vivienda, en un empleo más estable…) El llamado Tea Party (siendo aprovechado ahora en forma oportunista por políticos ultraconservadores para mejorar sus espacios particulares), de origen nace con fuertes críticas hacia todo lo que suene a “gobierno”, como los “despilfarros” administrativos, o la intervención en sectores de la economía o la sanidad, o los recortes de impuestos; e irrumpe exigiendo mayor austeridad en el gasto y una menor intervención estatal, lo que también incluye críticas al gobierno de George W. Bush.

Por las características del nuevo presidente, negro, con aire musulmán e ideas renovadas que proponen apoyos más sustanciales a la gente más empobrecida, ese ultraconservadurismo ―proveniente tanto del “reaganomics” (política económica de Ronald Reagan) como de las políticas neoliberales de la Era Bush, con su ramplón anticomunismo que ahora ve en Obama un peligro “socialista”―, busca en esencia descarrilar el carro de cualquier intento por seguir construyendo un país distinto; o como decía una de las estrellas del Tea Party, Rand Paul (senador por Kentucky), su objetivo es “devolver el gobierno al pueblo”.

No obstante lo anterior, lo que es cierto es que tanto aquél como específicamente el popular que llevó a Obama a la presidencia son parte de un movimiento diverso con lazos comunes y comunicantes, que si bien hoy se encuentra dividido y paralizado, sin salidas fáciles, más temprano que tarde encontrará en el regreso a los orígenes que le dieron vida, el camino para continuar abonando en socorro de una historia nueva.

10 de noviembre de 2010.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 14 de noviembre de 2010)
El Otoño del Imperio

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Las Elecciones Intermedias en Estados Unidos

Jesús Hernández Garibay

En una esperada jornada que promete un nuevo giro en el de por sí complejo panorama político de Estados Unidos, el ultraconservadurismo y sus variantes derechistas, racistas, anticomunistas y antimusulmanas, defensoras a ultranza del llamado mercado libre, este 2 de noviembre, en las elecciones intermedias en las que se jugaba la mayoría en el Senado, la Cámara de Representantes y las gubernaturas de la Unión Americana, propinó lo que se califica como un duro descalabro a los sueños de “cambio” del presidente Barack Obama y antecedente importante para atajar sus intenciones de un segundo periodo presidencial. En estos comicios serían renovados 435 escaños de la Cámara y 37 de los 100 del Senado, así como 37 gubernaturas y numerosos congresos locales.

A través del Partido Republicano, dicho movimiento ultraconservador que nace encabezado por quienes se autodenominan el “Partido del Té” (“Tea Party”), propina una categórica derrota al Partido Demócrata en la Cámara baja, con 240 republicanos ganadores (55%), frente a 184 demócratas y aun 11 no decididos hasta las primeras horas del 3 de noviembre (la composición de la Cámara era antes de estos comicios, de 235 demócratas (56%) y 199 republicanos, resultado de la elección de 2008). Con toda fortuna para la agenda política de Obama, en el Senado los demócratas mantienen su ventaja al menos con el mínimo 51% de las curules, mientras que en la carrera por las gubernaturas los republicanos arrancan también a los demócratas la delantera con una ventaja de 2 a 1.

Un indudable revés a las aspiraciones de Obama de cambiar la correlación interna de fuerzas por la vía de propuestas como las reformas de salud y financiera (ahora, con el triunfo republicano, a punto de ser regresadas al congelador), o las reformas sobre el cambio ambiental, la inmigración o la educación entre otras a nivel nacional, además de las intenciones por disminuir la tensión bélica mundial, por parte de un movimiento popular ultraconservador que despierta y reacciona frente a los cambios en el mundo, ante un movimiento popular que había llevado a Obama a la Casa Blanca, pero que ahora paralizado y desconcertado deja de votar en favor de los demócratas, que tampoco resultan atractivos por pertenecer a una rancia “clase política”, maleable y sin proyecto de futuro asequible.

Curioso, la gran ganadora de los comicios resulta ser Sarah Palin, la ex-candidata republicana a la vice-presidencia en las pasadas elecciones, quien en un singular activismo por todo el país respaldó a 43 candidatos para la Cámara, de los que al menos 30 ganaron un escaño, mientras que para el Senado apoyó a 12 candidatos, de los que ganan 7. Esto la deja en condiciones de buscar de nuevo la nominación presidencial republicana para el 2012, una gran oportunidad de llevar adelante su agenda ultramontana como un miembro destacado que es de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), y quien siempre apoyó la invasión a Irak al opinar que EUA enviaba ahí soldados, como “una misión de Dios”.

El presidente Barack Obama de su parte, vilipendiado por la derecha, malentendido por la izquierda y, como alguien decía, “abandonado por el centro”, a quien los electores acusan de no resolver la recesión económica y el desempleo, al menos por ahora acepta, de acuerdo con una entrevista de Peter Baker, que descuidó la “inspiración” una vez que fue electo, al no haberse mantenido “conectado” con la gente que lo colocó en el cargo; algo que esta gente comienza a considerar igual: que no debió abandonarlo tampoco.

3 de noviembre de 2010.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 7 de noviembre de 2010)
El Otoño del Imperio