miércoles, 2 de junio de 2010

La Nueva Estrategia de Seguridad de Estados Unidos

Jesús Hernández Garibay

El pasado 27 de mayo fue anunciada por la Casa Blanca la nueva versión de la Estrategia de Seguridad Nacional, un documento marco que establece cómo evalúa Estados Unidos las amenazas en su contra, así como la respuesta que daría en caso de lo que considere un ataque a su soberanía. El texto ha sido el resultado de 16 meses de intensas consultas en la administración Obama, para dar lugar a un escrito que el gobierno emite por exigencia del Congreso, y que fija las prioridades diplomáticas y defensivas del país. De manera general, el documento de 52 páginas revela una nueva estrategia que enfatiza la colaboración con los países aliados y el fortalecimiento de las instituciones internacionales como herramientas para resolver los conflictos, al plantear que lo que intenta es “deslegitimar el uso del terrorismo y aislar a aquellos que lo practican…”

En su Introducción al documento, el presidente Obama indica que la globalización “ha intensificado los peligros que enfrentamos, desde el terrorismo internacional y la propagación de tecnologías mortíferas, a los desórdenes económicos y el cambio climático…” A la vez, recuerda que durante casi una década la Unión Americana “ha estado en guerra con una red de largo alcance, de violencia y odio…” En este sentido, advierte que tanto la guerra en Irak como su participación en Afganistán han sido “parte del compromiso de trastornar, desmantelar y derrotar a Al Qaeda y sus afiliados…, como parte de un esfuerzo amplio, multinacional, que es correcto y justo…”; un compromiso de su país “con la seguridad de nuestro pueblo, nuestros aliados y nuestros asociados…”

No obstante esa intención de preservar una ventaja militar global con una visión similar a la tradicional norteamericana, Obama matiza: “Nuestra estrategia antepone el reconocimiento de que nuestra fuerza… se inicia con las pasos que demos en nuestro país…” Y acota la prioridad de su gobierno por hacer crecer la economía y reducir el déficit, educar a sus niños para competir “en una era en la que el conocimiento es el capital, y el mercado es mundial...”; desarrollar energía limpia para impulsar nuevas industrias, liberarse del petróleo extranjero y preservar el planeta, fomentar la ciencia y la investigación para favorecer nuevos descubrimientos. “Sencillamente ―agrega―, debemos considerar la inventiva estadounidense como el fundamento del poderío estadounidense…”

En la nueva estrategia, el presidente abandona formalmente el concepto de “guerra preventiva contra el terrorismo” que caracterizó la política de George W. Bush. Y si bien se reserva la facultad de emprender acciones militares unilaterales, plantea hacerlo bajo condiciones más estrictas, al anteponer la diplomacia multilateral, la disciplina económica, la ayuda al desarrollo, la educación y la cooperación con potencias como China o Rusia, aclarando que su guerra “no es una guerra mundial contra una táctica: el terrorismo, o una religión: el Islam. Nosotros estamos en guerra con una red específica: Al Qaeda…” El documento dice buscar un orden internacional que ayude a contrarrestar el extremismo violento y la insurgencia, detener la diseminación de armas nucleares y asegurar materiales nucleares, combatir el cambio climático y sostener el crecimiento mundial, “ayudar a los países a alimentarse a sí mismos y a cuidar de sus enfermos; resolver y prevenir el conflicto; al tiempo que también se sanan las heridas…” Intenciones varias de éstas, desde luego, en verdad difíciles de alcanzar en las condiciones actuales del mundo.

31 de mayo de 2010.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 6 de junio de 2010)
El Otoño del Imperio

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