domingo, 6 de julio de 2014

Monsanto, Acusada de Ser Trasnacional de la Muerte


Jesús Hernández Garibay

“Escandaloso e inmoral”, son las palabras utilizadas cuando se habla de lo que la compañía Monsanto viene diseñando alrededor de la producción de maíz, arroz, soya y otros productos del campo a partir de las llamadas semillas transgénicas, producidas con base en un organismo modificado mediante ingeniería genética. El caso es que las semillas transgénicas y las futuras generaciones que puedan derivarse de ellas, se convierten en propiedad privada, pero de esa compañía, que posee su patente; así que si en algún terreno de cultivo aparecen plantas transgé-nicas, ya sea porque el aire trajo las semillas o porque alguien las lanzó fortuita o incluso furti-vamente, la compañía propietaria de la patente tiene derecho a reclamarlas.

En un principio pueden ser sólo unas pocas plantas y pasar inadvertidas, pero cada una de ellas puede originar de 4 mil a 10 mil semillas transgénicas más, que se dispersarán por todo el campo de cultivo y el siguiente año terminarán germinando. Las consecuencias son desastrosas, ya que destruyen cultivos que el agricultor hubiera podido desarrollar; esto ya es grave de por sí pero lo peor es que Monsanto puede denunciarlo indicando que las plantas y las semillas son ahora de su propiedad. Es decir, no importa cómo llegaron allí las semillas, pero lo que sí importa, según la compañía, es que el agricultor las haya dejado crecer. A la vez negocio redondo, porque Mon-santo cubre también el mercado de los agrotóxicos, pues es la quinta empresa agroquímica mun-dial y produce insecticidas, herbicidas y fungidas; y el problema es que se le acusa también de vender herbicidas que promueven la aparición de “superpestes” y “superhierbas”.

El desastre ecológico inducido así por Monsanto mediante la contaminación de miles de espe-cies y variedades vegetales que los agricultores antes podían reproducir sin costo, ha provocado ya escándalos por sus efectos perversos en varios lugares del planeta. Uno de los más graves viene sucediendo en la India, dónde grupos ecologistas vinculan las semillas transgénicas con una gran ola de suicidios de agricultores desesperados por no contar con el dinero suficiente para pagar las semillas transgénicas de arroz y algodón, a la vez que perder todas las semillas autóctonas que tenían, con las cuales en años anteriores podían resembrar sin ningún costo tem-porada tras temporada. El colmo, dicen estos grupos, es que el instrumento para suicidarse es un trago del pesticida, que antes con sus semillas no les hacía falta utilizar, y que ahora como inno-vación impuesta tampoco pueden pagar.

Cierto o no, como quiera que sea Monsanto es una de las empresas más grandes del planeta y la número uno en semillas transgénicas; el 90% de los cultivos modificados genéticamente en el mundo cuentan con los rasgos biotecnológicos de esa compañía; es decir, mantiene así un poder total y absoluto. Asimismo, está a la cabeza de la comercialización de semillas, y controla el 26% del mercado; luego le sigue DuPont-Pioneer, con un 18%, y Syngenta, con un 9%. Tan sólo es-tas tres empresas dominan el 53% de las semillas que se compran y venden a escala global, mien-tras las diez grandes controlan el 75% del mercado (datos del Grupo ETC), lo que les da un po-der enorme a la hora de imponer lo qué se cultiva y, en consecuencia, lo que se come. Monsanto es pues un oligopolio bioindustrial que ha crecido en los últimos años y que erosiona más toda-vía la seguridad alimentaria.

6 de julio de 2014.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 6 de julio de 2014)
El Otoño del Imperio




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