domingo, 1 de junio de 2014

La Revolución del Gas Esquisto en Estados Unidos (Primera Parte)

Jesús Hernández Garibay

Desde hace un par de años se habla de una revolución del gas de esquisto o lutita (“shale gas”, en inglés) en Estados Unidos, y de cómo este original recurso energético está haciendo incluso tambalear los precios del gas natural e influyendo en la actual cotización del crudo. Su producción ha sorprendido al mundo, por su rápido desarrollo y el impacto en las reservas de hidrocarburos; ha entusiasmado a la vez, pues se estima ahora que ese país sería autosuficientes en petróleo y superavitario en gas natural en menos de 30 años. El renovado impulso de los hidrocarburos no-convencionales comienza, así, a ser visto como una verdadera “revolución energética” que ofrece un nuevo dinamismo a la economía del maltratado país.

El gas lutita o esquisto se genera en cuencas arenosas. A través de una técnica llamada de fractura hidráulica, o “fracking”, desarrollada por los mismos estadounidenses, estos vienen creando fisuras subterráneas, las que al inyectar agua, arena y productos químicos para liberar el gas almacenado en las placas arcillosas, permiten lograr perforaciones horizontales y capturar recursos del subsuelo que antes no podían ser explotados; lo que se obtiene entonces es el “shale gas”, y en algunas zonas incluso ya se ha llegado a encontrar petróleo de esquisto. Desde el 2006, EUA comenzó a encontrar en su subsuelo más y más de este gas no convencional, lo suficiente como para que se hable de ese “boom” que, se ha dicho, podría llegar a reconfigurar la geopolítica mundial, como resultado de la obtención de fuentes inmensas de energía barata.

Apenas en 2005 la producción de gas y petróleo estaba declinando y el Departamento de Energía de EUA pronosticaba que ese país tendría que importar hasta el 26 por ciento de su consumo total, para mantenerse en línea con la creciente demanda. Pero ahora la situación ha cambiado; entre 2007 y 2012 la producción de gas de esquisto representó casi el 35 por ciento de la producción total de gas en EUA, cifra que podría llegar a crecer al 50 por ciento para 2030. Y si hablamos de petróleo de esquisto, este podría llegar hasta los 6 millones de barriles al día para el 2020, según un estudio del Centro Belfer de la Universidad de Harvard. Ello implicaría, de acuerdo con algunos expertos, que para el 2020 los estadounidenses serían autosuficientes en materia energética; lo que no es poco decir.

El problema, sin embargo, es que la obtención del “shale gas” tiene un alto costo para la vida humana. Un reporte elaborado por la “Alianza Mexicana contra el Fracking” deja ver que, para lograr el “fracking”, cada pozo necesita de unos 9 a 29 millones de litros de agua. Con el agua se mezclan arena y 300 mil litros de químicos que incluyen productos tóxicos como benceno, tolueno, etilbenceno y xileno. Una vez que esta mezcla se introduce a altas presiones para fracturar la roca, una parte vuelve a salir a la superficie y otra se queda en el subsuelo, lo que provoca que el agua así contaminada alcance a llegar a los mantos acuíferos. Pero a la vez, el recubrimiento de los pozos falla, y el agua contaminada entra en contacto con los mantos por los que pasa. Además, en la superficie se presenta otro problema: no existe tecnología para tratar el agua que contiene los tóxicos introducidos originalmente, sino que además se mezcla con lo que hay en el subsuelo, que incluye hidrocarburos, metales pesados y materiales radioactivos, que generan enfermedades.

1° de junio de 2014.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 1° de junio de 2014)
El Otoño del Imperio

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