viernes, 2 de mayo de 2014

La Alianza del Pacífico No Acaba de Cristalizar

Jesús Hernández Garibay

La Alianza del Pacífico es una intención de integración regional promovida por cuatro países: Chile, Colombia, México y Perú; la propuesta fue dada a conocer en Lima, el 28 de abril de 2011. Originalmente, el proyecto fue una iniciativa del entonces presidente de Perú, Alan García, quien extendió una invitación a sus homólogos de Chile, Colombia, México y Panamá. Este último país ingresó a la Alianza en calidad de observador, mientras el resto ha intentado llevar adelante la propuesta, sin éxito aun; hace una semana y media, la Corte Constitucional colombiana decidió suspender de manera momentánea la adhesión de Bogotá a la organización, por lo que su entrada en funcionamiento podría no tener lugar todavía en 2015.

Según la Declaración de Lima emitida en 2011, la intención de la alianza es “alentar la integración regional, así como un mayor crecimiento, desarrollo y competitividad” de las economías de sus países; a la vez, “avanzar progresivamente hacia el objetivo de alcanzar la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas”. Su constitución se desarrolla, sin embargo, en el contexto de los trascendentes avances de otro esfuerzo distinto, permeado por el signo de los tiempos de cambio que desde América del Sur han sido impulsados por Venezuela y el bloque de países que le acompañan en la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) y en la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur); por ello es que a la Alianza del Pacífico se le ha considerado como un intento doloso de contrapeso geopolítico.

Un contrapeso, por cierto, desestimado por Estados Unidos, a cuyo gobierno no le ha interesado darle el menor apoyo. Ello era más que evidente, cuando en septiembre de 2013 a propósito de un viaje hecho por los presidentes de Colombia, Chile y Perú y el secretario de Economía de México a EUA con el objeto de promover la idea, el presidente Juan Manuel Santos hablaba en su calidad de presidente en turno de la Alianza ante más de 200 inversores y empresarios, y decía: “Esperamos que los empresarios de EU den una ojeada al sur, para que vean lo que representan nuestras naciones y las oportunidades que ofrecemos”. A la vez, en un tono quejumbroso agregaba: “Ayer, el presidente [Barack] Obama no mencionó en ningún momento a los países latinoamericanos y el interés de EU debería estar al sur de Río Grande…”

Obama por su parte, en una visita a Chile realizada en junio de 2013, destacaba más bien al Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica ─una iniciativa que, de concretarse, se convertiría en la zona de libre comercio más grande del mundo y en la que Washington viene negociando con varios países asiáticos su ingreso desde 2008─, como un tema de interés común con Latinoamérica, pero en el que no muestra todavía un mayor afán. Como quiera que sea, a contrapelo y mientras tanto como resultado de las propuestas surgidas del primer encuentro de ministros de Economía, Comercio e Industrias de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) este 10 de abril en Costa Rica, los bloques impulsados desde el sur: Alba, Mercosur, Unasur, Petrocaribe y Celac, han propuesto ya crear un mercado común con el objetivo de fomentar la producción sostenible de la región, demostrando con ello un avance más firme cada vez, en su pretensión por alcanzar la plena integración de nuestra Patria Grande.

2 de mayo de 2014.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 4 de mayo de 2014)
El Otoño del Imperio

No hay comentarios.:

Publicar un comentario