lunes, 16 de septiembre de 2013

A 12 Años de los Ataques Terroristas en Estados Unidos

Jesús Hernández Garibay

Este 11 de septiembre se cumplieron ya 12 años desde que el 2001 fueron llevados a cabo en el territorio de Estados Unidos los más graves atentados de la historia mundial, por parte de un grupo de musulmanes a quienes se catalogó como terroristas. En esos atentados varios aviones fueron utilizados para ser estrellados en contra de las llamadas Torres Gemelas del World Trade Center (WTC) en la ciudad de Nueva York, el edificio del Pentágono en Washington y al parecer un cuarto destinado al edificio de la Casa Blanca que, según esto, se estrelló sin llegar a consumar su misión, en el estado de Pensilvania. Como resultado del hecho, lamentablemente murieron 2 mil 986 personas.

Los ataques del llamado 9/11 ―en la versión del gobierno llevados a cabo por 19 suicidas afiliados a la organización terrorista Al-Qaeda y actuando supuestamente por instrucciones del multimillonario musulmán Osama Bin Laden―, que implicaron el secuestro de cuatro aviones de pasajeros de las líneas comerciales estadounidenses American Airlines y United Airlines, además de los blancos mencionados y las pérdidas humanas acotadas, destruyeron también de forma total o parcial en Nueva York al menos otros 23 edificios. Un acontecimiento todo, sin embargo, envuelto aún hasta ahora en el misterio de su verdadero origen, dadas las grandes interrogantes que dejaron los hechos.

Comenzando por las llamadas telefónicas supuestamente hechas por los pasajeros desde los aviones secuestrados que influyeron en el imaginario colectivo y sirvieron de base al relato sobre cómo se desarrollaron los hechos, y que un grupo de expertos (“9/11 Consensus Panel”) ha demostrado que en realidad fueron falsas, que ninguna existió, pasando por la inexistencia de los restos de ninguno de los pasajeros de las naves o indicios de las partes de las mismas, ni en Nueva York, ni en el sitio donde supuestamente cayó el avión en Pensilvania ni en ningún lugar del edificio del Pentágono, hasta la peculiar manera en que se derrumbaron tanto las Torres Gemelas como el edificio número 7 del WTC; nada hay luego de este tiempo que sirva de prueba a los dichos de la versión oficial.

Como quiera que sea, ese peculiar acontecimiento sirvió de manera eficaz para relanzar la maquinaria bélica del más poderoso país de todos los tiempos, como siguiendo el guion del “nuevo siglo americano” que buscaba aquel grupo de halcones para quienes era indispensable la existencia de “un nuevo Pearl Harbor” que llevara a EUA en el nuevo siglo a preservar la posibilidad de encauzar el mundo hacia el sostenimiento de los grandes negocios en el entorno de la “libertad” y la “democracia” de mercado. Un animal hambriento que ahora en crisis necesita todavía de más sangre para sobrevivir; que pasó ya por sobre Afganistán e Irak, y que ahora no le viene nada mal pasar por sobre Siria e Irán, y si fuera posible por qué no, también por sobre Rusia y China, y también por sobre todos los países que pretendan salir de su órbita de influencia por ejemplo en su propio continente, como excelso policía del mundo que es y quiere seguir siendo.

16 de septiembre de 2013.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 15 de septiembre de 2013)
El Otoño del Imperio

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