sábado, 24 de agosto de 2013

De Nuevo un Golpe de Estado en Egipto

Jesús Hernández Garibay

Que el mundo no avanza en resolver la estela de contradicciones que acompañan al declive sistémico, lo deja ver el nuevo golpe de Estado llevado a cabo en Egipto, un país en el que el levantamiento popular a lo largo de 18 días a principios de 2011 logra derrocar al autócrata Hosni Mubarak, pero que no alcanza a profundizar más en un proceso de mayores vuelos que no sea el que demarcan las fuerzas dominantes en el país, de una “transición a la democracia” limitada; desde luego no solamente Washington como principal aliado de esos haberes ni tan sólo las fuerzas armadas “en defensa de la patria”, sino los grandes intereses geopolíticos y de mercado que buscan proteger ahí sus beneficios.

Difícil circunstancia, porque en el fondo lo que se sigue jugando en estas semanas en la nación norteafricana es el destino de los intereses que desde hacía décadas ya predominaban ahí: una comunidad empresarial muy activa constituida por centenares de empresas principalmente norteamericanas pero también europeas, árabes o israelíes, establecidas bajo la segura promoción de gestores egipcios y norteamericanos ligados al gobierno y a las fuerzas armadas, que garantizan que siga reinando el “libre mercado”, a costa del hambre y el desempleo por lo que desde hace meses se criticaba al presidente Adly Mursi, de no estar resolviendo los problemas económicos y sociales del país.

De nueva cuenta como hace dos años y medio, el trasfondo de la nueva crisis política no son más que los grandes negocios que sumen al país en una mayor crisis económica, que por insolvencia nacional el gobierno del islamista derrocado buscaba “resolver” mediante un préstamo de 14 mil 500 millones de dólares con el FMI, que lo obliga a eliminar subsidios y subir impuestos.

Ante un desempleo del 13 por ciento y una baja en el turismo producto de la inestabilidad en el país, la libra egipcia se devalúa un 10 por ciento desde finales de 2012 y la reserva de divisas extranjeras se desploma en más de un 60 por ciento desde principios de 2011. Sin un consenso nacional, igual que en muchas partes del mundo, de esta manera la calidad de vida se desploma.

Como se sabe, Egipto ha sido el segundo gran receptor de ayuda de Estados Unidos durante décadas, después de Israel; unos 2 mil millones de dólares al año. De este monto, las fuerzas armadas se quedan con mil 300, pero esos fondos van a parar a las arcas del complejo militar industrial; el dinero se transforma en contratos con empresas que proveen armamentos diversos como aviones, tanques, todo tipo de misiles o pistolas; un lugar donde siguen reinando los intereses de Lockheed Martin, General Dynamics, Boeing o Raytheon.

El ejército egipcio de su lado, mantiene un intocado imperio económico propio, con empresas que producen desde televisores hasta aspiradoras, mientras la “ayuda” por parte de Estados Unidos, en el fondo lo que busca de tiempo atrás es el establecimiento de una base militar “a cualquier precio”, para “asegurar la seguridad de Israel”. Así, ni los Hermanos Musulmanes ni nadie por ahora, tiene en sus manos ninguna solución…

24 de agosto de 2013.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 25 de agosto de 2013)
El Otoño del Imperio

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