sábado, 17 de septiembre de 2011

11/S: Fatalidad para Miles de Familias

Jesús Hernández Garibay

El 11 de septiembre de 2001 cambió el destino para miles de familias establecidas en Estados Unidos y en muchas partes más del mundo (incluidas mexicanas), cuyos padres, hijos, hermanos, sobrinos, tíos, etcétera, fueron víctimas directas de los ataques terroristas a las Torres Gemelas, el avionazo en Pensilvania y el aparente misil al edificio del Pentágono. Los atentados que causaron en ese día más de 6 mil heridos, la muerte de 2 mil 973 personas y la desaparición de otras 24, a la vez que la muerte de los 19 jóvenes árabes que comandaban el ataque, deja ver todo lo que puede alcanzarse cuando las intríngulis del poder deciden llevar adelante planes indecibles, a costa de lo que sea.

El saldo no tiene comparación con los más de un millón de civiles muertos como resultado de la represalia que el gobierno de George W. Bush (el “presidente de la guerra”, como él mismo se denominó) montó en las invasiones a Afganistán e Irak. Pero los atentados, que fueron condenados inmediatamente como “horrendos ataques terroristas” por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, caracterizados por el empleo de aviones comerciales como armamento, provocaron una reacción de temor generalizado en todo el mundo y particularmente en los países occidentales, que alteró desde entonces las políticas internacionales de seguridad aérea y aun terrestre, en muchos países pero sobre todo en el mismo Estados Unidos.

Es difícil entender mejor, sin mayores elementos, las razones y los cambios psicológicos que en el curso de la historia llevaron a Osama Bin Laden (supuesto autor intelectual de los ataques) a convertirse de un próspero hombre de negocios que se rozaba con la flor y nata de grupos oligárquicos estadounidense (incluidos los Bush), a un delincuente internacional (“enemigo público número uno”, perseguido por Washington hasta que al final resulta muerto por las balas de un “comando especial” en la presidencia de Obama). Pero como haya sido, el hecho alcanza a dejar ver el fino hilo entre algunas de las más altas esferas del poder mundial, con decisiones que afectan por varias generaciones a tantos miles y millones de ciudadanos comunes en cualquier lugar de la tierra.

Hace un año, a propósito del noveno aniversario de los ataques, decía la ex-primera dama Laura Bush, en una ceremonia celebrada en el sitio donde se estrellara el avión del vuelo 93 de United Airlines el día de los ataques, que en aquel momento Estados Unidos vio “al peor de nuestros enemigos”, pero también vio “lo mejor de nuestra nación”. “Se nos recordó que el mal existe en el mundo. Pero en la cara del terror, los estadounidenses eligieron vencer el mal…” Más allá, digo yo, de los “buenos” y los “malos”, de las “bondades” y las “maldades”, conceptos que no permiten ver con claridad lo que sucede en el mundo, lo cierto es que la mayor enseñanza que la humanidad entera debiera de asumir ante hechos tan lamentables, es advertir aquello en lo que puede derivar la pretensión de seguir construyendo un planeta con base en los afanes de ganancia libres del mercado.

17 de septiembre de 2011.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 18 de septiembre de 2011)
El Otoño del Imperio

We Are Change L.A. /Marcha contra las Guerras

No hay comentarios.:

Publicar un comentario