miércoles, 26 de enero de 2011

Dos Años de Barack Obama

Jesús Hernández Garibay

El pasado 20 de enero se cumplió el segundo aniversario del nombramiento oficial de Barack Obama como presidente de Estados Unidos. Como se recuerda, dos años antes el ahora mandatario juraba ante miles de personas congregadas para atestiguar lo que representaba un momento histórico para el pueblo que lo eligiera. Obama se convertía, así, en el primer presidente afroamericano de EUA, y en su discurso inaugural, en medio de una profunda crisis económica y de dos guerras, la de Irak y la de Afganistán, llamaba a construir un país, “con esperanzas en lugar del miedo, la unidad de propósitos sobre el conflicto y la discordia”. Luego del tiempo transcurrido, en este martes último, al ofrecer su discurso sobre el Estado de la Unión, el mandatario se enfrentaría ahora, paradójicamente, a la necesidad de la esperanza y la unidad, en medio del desempleo y la discordia.

Los dos primeros años fueron especialmente duros para un joven entusiasta que pretendía quizás de una manera cándida haber llegado al reino desde el cual podría por sí mismo reorientar el curso de la nación. El peso de una maquinaria del poder heredado, donde grandes intereses están y han estado presentes y actuando durante muchas décadas, le hizo sentir su presencia y sus reglas, invisibles muchas de ellas, pero a la vez más poderosas que las evidentes; una maquinaria que excede hasta al propio Congreso y a los partidos, obligados a moverse bajo la lógica de tales intereses. Un tejido cuya razón de ser en el mercado, se enfrenta sin embargo, ahora, a la indómita crisis que pervive, a pesar de los deseos y las medidas en contrario; la economía comienza a remontar, se dice, con previsiones de crecimiento de hasta el 4%, pero el desempleo se mantiene en un 10%.

En medio de esa problemática circunstancia, la ola de entusiasmo con la que asumió el poder se esfumó pronto. La guerra prolongada en Afganistán y los titubeos para salir de Irak, hicieron mella en los sectores que lo apoyaron. El derrame petrolero en el Golfo de México, considerado el peor desastre ecológico de la historia de los EUA, lo dejó casi como un Bush cualquiera frente al Katrina. Ni siquiera la Reforma de Salud, principalísimo logro de su gestión, ni la Reforma Financiera con la que amarro las manos de los bancos, le reportaron mejores dividendos; y es que los sectores anticomunistas y ultraconservadores hicieron campaña sobre todo contra una reforma sanitaria a la que demonizaron, acusándola de ser socialista y antinorteamericana. Así, la popularidad de Obama cayó a mayor velocidad que la de ningún otro presidente anteriormente.

El golpe resultante llegó con las elecciones de mitad de mandato, en las que los republicanos lograron mayoría en la Cámara de Representantes, lo que supone que ninguna ley podrá aprobarse ahora sin el consentimiento de ellos; lo que lo obliga a buscar compromisos. Por ello inicia un cambio hasta en su gabinete, nombrando entre otros a Bill Daley, un ex banquero de Wall Street, como su nuevo jefe de gabinete, para así reforzar los lazos con el mundo empresarial. La reciente visita del presidente chino Hu Jintao le ha permitido abrir más el mercado asiático y buscar en el mundial mejores ventas para las mercancías estadounidenses, lo que supone promoverá más empleos. Con la relativa recuperación reciente de su buena imagen pública, lo prioritario en estos dos siguientes años será desde luego preparar las condiciones para una reelección; aunque siempre en medio de los peligros que implica esa intención en el entorno de una crisis que no termina.

26 de enero de 2011.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 30 de enero de 2011)
El Otoño del Imperio

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