viernes, 2 de abril de 2010

El Narcotráfico y los Esfuerzos Binacionales

Jesús Hernández Garibay

El martes 23 de marzo una delegación de altos funcionarios estadounidenses encabezada por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, arribó a la ciudad de México con el objetivo declarado de “concertar el futuro de la Iniciativa Mérida y estrechar la colaboración estratégica binacional” en la lucha contra los cárteles de la droga. Además de la Clinton, dicha delegación estaría integrada por el secretario de la Defensa, Robert Gates, la titular del Departamento de Seguridad Interna, Janet Napolitano, así como por el director nacional de Inteligencia, el vicealmirante Dennis Blair, entre otros funcionarios. Un comunicado del Departamento de Estado informa que “este es el segundo encuentro formal del más alto nivel del grupo consultivo [de la Iniciativa Mérida] que se ha venido preparando durante varios meses, y cuya primera reunión se realizó en Washington en diciembre de 2008”.

A pesar de este antecedente, que justificaría la segunda reunión formal y necesaria para un instrumento al que Estados Unidos le apuesta para contribuir a blindar la frontera mexicana en su favor, lo real es que el nuevo encuentro se realiza en el preocupante contexto del incremento de muertes por la violencia relacionada con el narcotráfico que, sobre todo en Ciudad Juárez, rebasa con creces la capacidad de respuesta del Estado mexicano. La reciente muerte sobre todo de tres personas vinculadas a los servicios consulares norteamericanos en esa ciudad, pone en estado de alerta al gobierno de Washington para intentar influir más en el derrotero de dicha respuesta. De acuerdo con el periódico El Universal durante los primeros 34 días de este año hubo mil personas asesinadas por dicha violencia; esta misma cantidad de muertes se alcanzó en 2005 en 254 días, en 2006 en 181, en 2007 en 134, en 2008 en 113, y en 2009 en 51 días; un crecimiento constante y pasmoso.

Otras cifras, por lo demás ampliamente conocidas, hablan de la gravedad de un problema eminentemente binacional. Ya desde enero de 2005 el general retirado Barry McCaffrey, antiguo zar antidrogas estadounidense, aseguraba que en la frontera operaban unos 100 grupos delictivos dedicados al narcotráfico que pertenecían a 30 grandes organizaciones criminales. En marzo de 2009 el periodista Jorge Fernández afirmaba de su parte que trabajan en el narcotráfico en México (incluidos quienes se dedican a la siembra y el cuidado de cultivos) unas 300 mil personas; a la vez, decía que se estima que esta actividad maneja unos 25 mil millones de dólares, de los cuales en nuestro país se quedan solamente seis mil millones, mientras que los otros 19 mil millones terminan en el sistema financiero estadounidense. El negocio ―agrega este autor―, según las cifras más conservadoras, deja en el vecino país unos 60 mil millones de dólares de utilidades.

Como se sabe, la estrategia de gobiernos como el estadounidense o el mexicano se ha sustentado en la visión de los “buenos” y los “malos”, un enfoque maniqueo que esconde hechos fundamentales, como el que en una sociedad como la nuestra, de un mercado libre donde la lógica es el lucro y el engaño, los “males necesarios” del sistema también se vuelven pandemias. Al persistir el desempleo y la pobreza o la corrupción, los más listos encabezan nuevas formas de enriquecimiento (así sean altamente delincuenciales), mientras los más afectados se vuelven carne de cañón de esos primeros. Así, una estrategia que ahora tome en cuenta “lo social”, no es sino lo mínimo que se tendría que hacer en un grave problema que, no obstante, persistirá todavía por mucho tiempo más entre nosotros.

2 de abril de 2010.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 4 de abril de 2010)
El Otoño del Imperio

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