miércoles, 24 de marzo de 2010

La Reforma de Salud en Estados Unidos

Jesús Hernández Garibay

El pasado domingo 21 el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, logró un avance, restringido pero importante, al aprobar el Congreso el proyecto de reforma de salud que promovió desde que llegó a la Casa Blanca. Luego de semanas de negociaciones y agrios debates, la Cámara de Representantes con mayoría demócrata aprobó con 219 votos a favor y 212 en contra el proyecto de ley que extiende la cobertura de salud a 32 millones de estadounidenses adicionales. En un ambiente para unos festivo, pero altamente polémico para otros, se opusieron a la medida la totalidad de los diputados republicanos y 34 demócratas conservadores, alentados por cientos de manifestantes que repetían “Kill the bill” (maten el proyecto de ley) desde las afueras del Congreso. No obstante el triunfo que se considera histórico para una añeja demanda imposible antes de ser alcanzada, lo cierto es que el rasurado proyecto en el fondo no dejará de fortalecer a las farmacéuticas y las aseguradoras, quienes se llevan también una importante tajada del presupuesto público.

Como se sabe, en Estados Unidos no hay un sistema de cobertura universal; las empresas garantizan la cobertura de salud de sus trabajadores, pero unos 46 millones de habitantes no están asegurados, mientras alrededor de 25 millones tienen una cobertura deficiente y con cuotas cada vez más altas. Medicare, al que se accede a partir de los 65 años y Medicaid, que se hace cargo de familias con sueldos bajos, niños, mujeres embarazadas y personas con discapacidades, tienen también un alto costo. Quien se enferma y no tiene ningún seguro debe pagar de su bolsillo, con lo que ello implica en términos de onerosos gastos médicos para las familias. El plan de Obama era el de abatir los costos de las cuotas, la garantía de que todos los estadounidenses podrían escoger su propio plan de sanidad, incluido uno público, así como la calidad y la accesibilidad del sistema.

La nueva ley sí muestra avances, pues crea un seguro obligatorio con el cual el Estado apoya a las personas necesitadas; comprende también impuestos para las personas con mayores ingresos y prohíbe a las aseguradoras rechazar la cobertura a personas con condiciones médicas preexistentes (imposible hasta hoy). A la vez, la nueva legislación hace obligatorio que los ciudadanos contraten seguros de salud, mientras las familias de cuatro personas con ingresos por debajo de los 88 mil dólares anuales recibirán subsidios del gobierno. Las aseguradoras tendrán además nuevas regulaciones que impedirán la práctica de ponerle límites de por vida a determinadas pólizas de salud o la cancelación de planes a clientes enfermos. A partir del 2014, además, se crea una “bolsa de seguros” que permitirá a muchos estadounidenses y a pequeñas empresas contratar seguros a más bajos precios. De esta manera, el 95% de los estadounidenses estará cubierto por algún seguro de salud.

No obstante este avance que con seguridad celebrarán los sectores sociales que se encontraban más desprotegidos en ese país, lo cierto es que tanto las farmacéuticas y empresas hospitalarias, como las asociaciones de médicos privados, ganan ahora un mercado de más de 30 millones de clientes nuevos, que con el tiempo tendrán que contratarlos con el presupuesto público destinado para tal fin; lo que en estos tiempos de crisis significa un exquisito manjar de dinero fresco para sus ya no tan boyantes cuentas bancarias. Luego de la votación del domingo el propio Obama decía, no sin razón, que se había atendido “el llamado de la historia”; pero también, claro, de manera irremediable las necesidades de dicho mercado.

Miércoles 24 de marzo de 2010.
(Publicado Revista Siempre!, México, 28 de marzo de 2010)
El otoño del imperio

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