jueves, 15 de abril de 2010

La Nueva Política Nuclear de Estados Unidos

Jesús Hernández Garibay

El pasado jueves 8 de abril los presidentes de Estados y Rusia, Barack Obama y Dimitri Medvédev, respectivamente, firmaron en Praga el nuevo tratado de reducción de armas nucleares, segunda versión del START (siglas en inglés del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas Nucleares), que sustituye al START-1, firmado por esos gobiernos en 1991. Por medio del mismo, ambos países limitan a mil 500 sus ojivas nucleares estratégicas cada uno, en un plazo de siete años. El tratado era un compromiso que Obama y Medvédev habían establecido reunidos en Moscú el pasado mes de julio, pues el START-1 caducaba en diciembre de 2009. La nueva firma se produce a sólo unos días de que Obama atendiera en Washington el 12 y 13 de este mismo mes, la Cumbre Sobre Seguridad Nuclear en la que participarían 47 jefes de Estado, para discutir medidas como “evitar que armas nucleares lleguen a manos de grupos terroristas”.

El acuerdo START-1 fue firmado unos meses antes de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991; en ese entonces permitió reducir los arsenales estratégicos de los dos países de 10 mil a menos de seis mil ojivas nucleares. Luego en varias ocasiones tanto la Casa Blanca como los gobiernos rusos intentaron renegociar el tema. El mismo George W. Bush intentó un acuerdo con Vladimir Putin para sustituir al START-1, desde mayo de 2001, sin que finalmente fuera logrado por las dificultades en el entorno del ataque terrorista a las Torres Gemelas. No obstante, ya desde el 31 de diciembre de ese mismo año el Departamento de Defensa emitía un documento titulado “Revisión de la Postura Nuclear”, en el que habla de la necesidad de modificar la política de Estados Unidos respecto al tema.

Dos días antes de la reciente firma, tanto el jefe del Pentágono Robert Gates como la secretaria de Estado Hillary Clinton daban a conocer la nueva versión de la “Revisión de la Postura Nuclear”, que en esencia plantea que EUA le asigna ahora un papel menor a las armas nucleares para su defensa, al indicar que “un primer ataque con estas armas sólo se contemplará bajo determinadas circunstancias…”; a la vez, que no fabricará nuevas cabezas nucleares y seguirá desistiendo de hacer pruebas atómicas, además de renunciar por vez primera en su historia al uso de armas atómicas contra países sin arsenal nuclear. Junto a ello, Washington mantiene una especial atención al cuidado de la “Iniciativa de Combate al Terrorismo Nuclear”, cuyo objetivo central es fortalecer la capacidad para “prevenir la adquisición de materiales y conocimientos en materia nuclear por parte de terroristas”.

La nueva política de Obama, así, mantiene una diferencia respecto de la de Bush de buscar represalias nucleares ante un potencial ataque químico o biológico. No obstante, además de conservar “su derecho” a sí usar la bomba atómica “de manera excepcional” en contra de “estados fuera de la ley”, como considera a Irán y Corea del Norte, la Casa Blanca mantiene a la vez su intención de acelerar su programa para desarrollar y desplegar una nueva clase de misiles balísticos intercontinentales, que tendrían la capacidad de golpear blancos en cualquier parte del mundo en un plazo de una a cuatro horas. El proyecto, denominado “Golpe Inmediato Global” (Prompt Global Strike), tiene la intención de lograr “un golpe concentrado utilizando varios miles de armas convencionales de precisión…” Un concepto no menos belicoso que otros previos encabezados por el Pentágono.

15 de abril de 2010.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 18 de abril de 2010)
El Otoño del Imperio

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