Han pasado cuatro meses a partir de la noche en que se anunciara el triunfo electoral del multimillonario Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Al respecto, muchas cosas han sucedido en la escena política de ese país, comenzando con las acciones diarias de un mandatario empeñado en demostrar que desde el día siguiente a su toma de posesión promovería un conjunto de órdenes ejecutivas en busca de llevar adelante sus promesas de campaña, hasta la multitud de protestas y llamados de atención de distintos sectores de la sociedad respecto a sus acciones y a su misma presidencia.
Lo
peculiar del caso es que en los altos niveles de la política se mantiene todavía
abierta una virtual guerra que de nuevo da cuenta de la insatisfacción
demócrata por el resultado de los comicios, como de los resquemores que existen
hacia el nuevo habitante de la Casa Blanca, quien a su vez acusa a medios de
información y ahora hasta al ex-presidente Barack Obama de pretender debilitar
su mandato.
El
argumento favorito del círculo cercano a Hillary Clinton es la acusación de que
un gobierno extranjero, el de Vladímir Putin, hackeó cuentas de correo del equipo de campaña de la ex-secretaria
de Estado, cuyos contenidos dados a conocer ampliamente por WikiLeaks prueban
que se llevó a cabo una estrategia en contra del otro precandidato Bernie
Sanders, lo que permitió a la Clinton ganar la candidatura de su partido.
Dicho
argumento de intrusión de un gobierno extranjero en las elecciones, pretende
confirmarse tanto por las varias ocasiones en que Trump ha planteado su
intención de lograr una mayor proximidad con el gobierno ruso en busca de lo que
intente lograr el ahora jefe de gobierno, como por haberse dado a conocer
recientemente conversaciones telefónicas que exhiben acercamientos del círculo
del presidente con funcionarios rusos.
Estos
informes obtenidos de forma ilegal, que han sido calificados como un intento de
“golpe de Estado silencioso” por algunos comentaristas, le permiten hoy al
nuevo mandatario levantar una acusación en contra de Obama de haber intervenido
las líneas telefónicas de la Torre Trump desde la campaña electoral, provocando
esa imputación un nuevo escándalo que sube la temperatura en el panorama doméstico,
y que se calienta más por nuevas acusaciones de espionaje de las oficinas
presidenciales.
Sea lo que alcancen a impactar, más allá de ser
resultado de los disparates de los demócratas o los de un mandatario encajonado
en sus propias simplezas, dichas contradicciones no son más que nuevas
manifestaciones de la crisis política que sufre el país en su condición de
nación históricamente declinante. Una nación enredada en sus limitaciones y sin
posibilidades de reencontrar el ritmo perdido ya desde hace décadas, ante el descenso
de los mercados y el ascenso de nuevos actores a nivel internacional con China
y Rusia a la cabeza, y a nivel local ante nuevas generaciones que impulsan ambientes
no siempre del agrado de muchos, pero boyantes y que responden a cambios
demográficos irrefrenables.17 de marzo de 2017.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 12 de marzo de 2017)
El Otoño del Imperio
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