jueves, 29 de septiembre de 2016

La Campaña por la Presidencia en Estados Unidos en un Momento Crítico

Jesús Hernández Garibay

A sólo seis semanas de los comicios del 8 de noviembre, el curso de la campaña por la presidencia de Estados Unidos no termina por definir un seguro ganador. Aun con todo el apoyo que continúa recibiendo la candidata demócrata Hillary Clinton por parte de la gran prensa, de la cúpula de su partido, del mismísimo presidente Barack Obama y de poderosos empresarios ligados a ella, o sea, de lo que se ha dado en llamar el “establishment político-económico” actual del país, no alcanza a ser descontado el posible triunfo del peculiar empresario convertido en político Donald Trump.

Malmirado por sus críticos, demócratas o no, inmigrantes o no, estadounidenses o de otros países que consideran hacer ya sea de su opinión o bien de su posibilidad de sufragar una especie de voto útil en favor de la Clinton, con tal de que no quede aquel que imaginan un nuevo Hitler, éste mantiene todavía para su amplio movimiento de seguidores la esperanza en llegar al salón oval de la Casa Blanca y así intentar contener el proceso social que se desenvuelve en la nación y que amenaza con trocar la predominancia blanca anglo-sajona en un recuerdo del pasado. 

El mismo Trump acaba de resumirlo de manera inteligente en una entrevista difundida por CBN News: “Creo que esta va a ser la última elección que puedan ganar los republicanos. Si no ganamos esta elección, nunca más se verá otro republicano [en la Casa Blanca] y se tendrá… una estructura de la Corte Suprema de Justicia completamente diferente…” Ello agita la conciencia de millones de ciudadanos para quienes resulta apocalíptico ver no solamente cómo ha llegado un hombre de raza negra a la presidencia, sino la posibilidad de que en algún momento del mañana sea un latino, tal vez mexicano, quien esté al mando de la que consideran la nación escogida por Dios en la Tierra.

La propia Hillary Clinton ―a pesar de la esperanza que aún mantiene de alcanzar un mayor número de delegados al Colegio Electoral―, ha favorecido el fortalecimiento de Trump, pues a su manifiesta impopularidad se suma un alarmante padecimiento personal que su equipo de campaña ha tratado de esconder minimizándolo, hasta donde le ha sido posible, con tal de que su nombre llegue a las urnas y pueda pasar el momento crítico en el que se ha metido en las últimas semanas. La consecuencia del empuje logrado por una campaña ahora mejor estructurada de Trump, frente al debilitamiento de la figura de la Clinton, ha contribuido a un empate en las encuestas que, por momentos, es incluso favorable al republicano.

Así que los cuarenta días que restan para las votaciones, durante los cuales están previstos tres debates cara a cara ―en Long Island el 26 de septiembre, en St. Louis el 9 de octubre y en Las Vegas el 19 de octubre―, prometen un aún más interesante escenario a seguir con toda atención, pues de ello depende lo que en los siguientes ocho o diez años suceda en ese país y tal vez en el mundo entero.

29 de septiembre de 2016.
(Publicado: Revista Siempre!, México,
25 de septiembre de 2016)
El Otoño del Imperio

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