viernes, 8 de julio de 2011

Vicisitudes de la Política Exterior del Gobierno de Obama

Jesús Hernández Garibay

Con el peso en las espaldas del Nobel de la Paz 2009, recibido por sus “extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos” y concedido por el Comité Noruego a sólo ocho y medio meses de estar en la Casa Blanca, cuando lidiaba ya con dos guerras, en Irak y Afganistán, que su antecesor George W. Bush le heredara, paso a pasito pero al final sin resolver aún las anteriores, Barack Obama se ve ahora enredado en una tercera, la de Libia, criticado no sólo desde la izquierda por su falta de coherencia al anteponer los cañonazos a la negociación pacífica de las controversias, sino también por su propio Congreso al ser acusado de violar la Constitución, involucrando sin autorización a su país en una nueva conflagración.

Obama ha tenido que defenderse de las acusaciones de participar en una nueva guerra, diciendo que sólo es una “acción militar, limitada en el tiempo, limitada en su alcance”, en apoyo a “civiles inocentes”; civiles que sin embargo actúan como soldados, operando tanques y disparando ametralladoras Kalashnikovs. La Resolución del Consejo de Seguridad permite que la alianza Gran Bretaña-Francia-Estados Unidos con la careta de la OTAN (nada que ver con una “comunidad internacional”), se convierta en fuerza aérea en apoyo a ese levantamiento armado, que en el fondo, según se le acusa, no busca sino conquistar un territorio más donde puedan seguirse manejando los grandes negocios.

Para mayor inconsecuencia: originalmente la Casa Blanca había dicho que sus aviones hacían sólo labores de inteligencia, vigilancia y reconocimiento; no obstante, en esta “acción militar limitada” esos aviones han arrojado ya centenares de bombas a suelo libio. De acuerdo con un informe del Comando de Estados Unidos en África (AFRICOM), desde que el 31 de marzo pasado la OTAN se hizo cargo de las operaciones, a lo largo de los últimos tres meses los aviones estadounidenses han hecho un total de 3 mil 475 incursiones; de estas, 801 fueron “de impacto”, con el lanzamiento de misiles con “metas específicas” en 132 ocasiones, principalmente en vuelos con aviones F-16 y EA-18 G Growler.

El malestar de Occidente frente a Kadafi se basa en nichos de negocio no alcanzados aún. Desde 2009 hay un fastidio con el régimen libio por no permitir que Bechtel (la mayor constructora norteamericana) inicie la edificación de un puerto comercial en Sirte. “Tras un año de esfuerzo ―decía en un cable la embajada―, ha sido imposible”. El caso de Bechtel, agrega, “debería servir como lección para… empresas occidentales que quieren entrar en el floreciente mercado libio”. Esto, sin hablar del Sistema Acuífero de Nubia, un océano de agua fresca extremadamente valioso, hoy controlado por Libia, que deja sin posibilidades a Veolia, Suez Ondeo y Saur (compañías francesas que controlan más de un 40% del mercado del agua), de privatizarlo. Por supuesto, el conflicto militar que deriva de dicho malestar le viene como anillo al dedo a las compañías armamentistas, ahora de plácemes al haber logrado que el Nobel haga el intento por “derrocar al tirano”.

8 de julio de 2011.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 10 de julio de 2011)
El Otoño del Imperio

Libia la guerra del petróleo, del agua y de la información

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