miércoles, 22 de septiembre de 2010

El Día Internacional de la Paz

Jesús Hernández Garibay

El Día Internacional de la Paz fue establecido en 1981 mediante la resolución 36/37 de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para que coincidiera con su sesión de apertura, la cual se celebraba anualmente el tercer martes de septiembre; el primer Día de la Paz se celebró en septiembre de 1982. En 2001, la Asamblea General adoptó por votación unánime la resolución 55/282, la cual fijaba el día 21 de septiembre como el día anual para la no violencia y el cese del fuego. De esta manera, las Naciones Unidas invitaba a todas las naciones y pueblos a cumplir con el cese de las hostilidades durante el Día y a conmemorarlo además a través de la educación y de la concienciación pública en temas relacionados con la paz, a la vez que a colaborar con la misma ONU en el establecimiento de un cese del fuego a nivel mundial.

Así, de entonces acá se ha evocado cada año este día, como “dedicado a conmemorar y fortalecer los ideales de paz en cada nación y cada pueblo y entre ellos…”, según rezan las intenciones de dichas resoluciones; un ideal en verdad difícil de alcanzar, en medio del clima hostil del mundo contemporáneo y los grandes intereses detrás del constante batallar por mantener las guerras y los conflictos nacionales o internacionales. Como ha sido reconocido, tan sólo el comercio de armas pequeñas se encuentra peligrosamente desbocado: se estima que hay en la actualidad unas 639 millones de armas pequeñas circulando en el mundo ―una para cada diez personas― y cada año se producen 8 millones más. Estas armas, fabricadas por más de mil empresas en al menos 98 países, facturan alrededor de 4 mil millones de dólares al año.

Esa proliferación cobra un alto precio en términos de vidas humanas, pues se estima que tan sólo por armas de fuego muere una persona cada minuto a nivel mundial; esto es, más de 500 mil muertes al año. Así, mientras países como Estados Unidos hacen pública su preocupación por las armas biológicas y las nucleares, son armas convencionales como las pistolas y los revólveres comunes las que más matan. Ante ello, de acuerdo con expertos América Latina es líder mundial en el desarrollo de instrumentos regionales para enfrentar la violencia armada; la Convención Interamericana contra la Fabricación y el Tráfico Ilícito de Armas de Fuego (1997) y el Reglamento Modelo para el Control del Tráfico Internacional de Armas de Fuego (1998) de la OEA fueron los primeros mecanismos regionales en el mundo a tratar estos temas, y son reconocidos por su rigor.

A nivel subregional, el Sistema de Información sobre Seguridad del Mercosur (SISME) fue acordado en 1998 para centralizar e intercambiar información sobre registro de armas de fuego, y en Centroamérica hay un Tratado de Seguridad Democrática sobre control de armas. No obstante, muchos reconocen que también subsiste una lamentable falta de implementación de estos importantes esfuerzos para controlar las transferencias intrarregionales de armas. Y es que en el mismo minuto en que una persona muere como consecuencia de la violencia armada se fabrican y ponen a la venta 15 nuevas armas más. Así, el trasiego de armas de los centros manufactureros a los grupos que hacen uso de dicho poder de fuego resulta ―como bien se sabe a propósito por ejemplo de bandas de narcotraficantes en México― imparable, a pesar de los esfuerzos o las pretensiones de los gobiernos. Un asunto que da mucho de qué hablar, en el entorno del así llamado “libre mercado”.

22 de septiembre de 2010.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 26 de septiembre de 2010)
El Otoño del Imperio

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