lunes, 5 de julio de 2010

Sin Solución a la Vista, la Pobreza en el Mundo

Jesús Hernández Garibay

Luego que los líderes de las veinte economías más ricas y las llamadas “emergentes” (Grupo de los 20 ó G-20, que hoy representa al 85% de las economías del mundo) fracasaron en su intento por acordar ―hace dos semanas en Toronto, Canadá― mecanismos comunes para hacer frente a los estragos de la debacle financiera que estallara en Wall Street en el otoño del 2008, llamando solamente a reducir a la mitad los déficits presupuestarios para 2013, sin fijar una resolución única y concreta sobre la aplicación de una tasa a los bancos para hacer frente a la crisis (dejando la decisión de todo ello en manos de cada Estado, sin mayores acuerdos unitarios internacionales), la esperanza de mejores tiempos en el mundo en general para las grandes mayorías y en particular para los más afectados por la desigualdad social, se desvanece todavía más.

El comunicado de la cumbre de Toronto del 26 y 27 de junio, un documento de 26 páginas con 48 puntos y dos anexos, evidencia el desacuerdo en una cumbre que, a diferencia de las convocadas anteriormente, bendice la decisión de que cada Gobierno vaya por su camino para fomentar el “necesario crecimiento”. Es decir, contrario a lo que se había tratado de hacer para lograr coordinar una estrategia común ante la crisis, sin acuerdo tampoco en materia financiera, pues todo lo relativo al asunto de la estructura del capital de la banca queda para la cumbre de Seúl en noviembre, al final, se deja a las “libres fuerzas del mercado” seguir actuando incólumes y establecer sus propias reglas, por cierto las dictadas por la descarnada y desigual competencia de los tiburones frente a los pececillos.

Dejar que cada quien establezca sus medidas para hacer frente a los problemas, sólo permite prever que el empobrecimiento mundial será mayor, desde las pequeñas empresas que estarán casi paralizadas en sus precarias inversiones, hasta la población de menos recursos que comprarán cada vez menos todavía con sus mismos ingresos. En Europa, este 2010 ha sido declarado el “año oficial de la lucha contra la pobreza y la exclusión social”; precisamente en el momento en que más se recrudecen los efectos sociales de la crisis con el aumento del desempleo en casi todos los países de la Unión, donde ya se ubica en 80 millones el número de personas bajo el umbral de la pobreza, esto es, que no tienen recursos suficientes para satisfacer una o varias necesidades básicas; con España a la cabeza con un 20% de la población con niveles de pobreza relativa o absoluta.

Las ciudades con los peores cinturones de miseria están ubicadas en el África Sub-sahariana, en el sudeste asiático, en Asia Occidental y en América Latina y el Caribe, según lo indica el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat); un tercio de la población de América Latina y el Caribe vive en vecindarios pobres en las ciudades. Una tercera parte de los más de 900 millones de personas sumidas en la pobreza extrema en el mundo son miembros de comunidades indígenas, víctimas de un legado de discriminación e injusticias históricas, según advierte la ONU en otro informe difundido en enero; el estudio denuncia que los 370 millones de indígenas existentes en el mundo “constituyen una parte desproporcionada de la población pobre, analfabeta y desempleada” del planeta. Así, la manifiesta incapacidad de los gobiernos reunidos en el G-20 ante dichas “libres fuerzas del mercado”, deja ver que la misma economía seguirá afectada justo por falta de consumo causada por la pobreza, que seguirá creciendo.

5 de julio de 2010.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 11 de julio de 2010)
El Otoño del Imperio

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