lunes, 28 de noviembre de 2016

El Fallecimiento del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana

Jesús Hernández Garibay

El fallecimiento de Fidel Castro hace aflorar de nuevo las viejas rencillas del exilio cubano en Miami, los reclamos desmedidos de “¡libertad para el pueblo cubano!” de las derechas mundiales, el impacto analizado ahora por los “servicios de inteligencia” acerca de qué puede ofrecer a sus planes desestabilizadores la muerte del “cerebro del mal de la tiranía”, la (¡por fin!) desaparición del “brutal dictador” como fue calificado por Donald Trump, la sugerente pregunta de “¿La historia lo absolverá?” puesta en el primer plano de un conocido portal de noticias mexicano, y hasta el desaforado grito en algún mensaje en las redes sociales: “EL COMUNISMO SOLO DESTRUYE, NO TIENE ABSOLUTAMENTE NADA DE BUENO, NADA!!!!!”, coincidente en el fondo con todas aquellas expresiones.

Más allá del dislate de desconocer lo que la ciencia social apunta y aseverar de manera silvestre la existencia de una sociedad comunista en el mundo actual, confundiendo lo que es un anhelo con un hecho, habría que destacar más bien en el entorno de una revolución que se asumió “de los humildes, con los humildes y para los humildes…” ―una que resiste la prueba del tiempo y los más de 600 atentados en contra de su principal líder a la vez que más de medio siglo de un descarnado bloqueo en contra de aquel al que se desea “liberar”―, algunas de las fuentes en las cuales abreva la convicción nacional de buscar una historia propia y soberana.

Al respecto hay que recordar la dictadura de Batista a partir de 1952; la crisis económica y social ya presente en esos años donde el 47 por ciento de las tierras cultivadas pertenecía a las grandes compañías estadounidenses y el analfabetismo alcanzaba al 23 por ciento de la población, o la creciente desigualdad en el reparto de la riqueza y la transformación de un país en un casino de juegos y prostitución. Pero, sobre todo, la intención de Estados Unidos de hacerse de la isla y los empeños populares por ello de alcanzar la independencia ante España y luego frente al nuevo amo, vigentes desde el siglo XIX y frustrados por la imposición en la nueva Constitución de 1901 de la enmienda Platt.

Pero más que nada, hay que dar cuenta de las ideas y del llamado de José Martí, el verdadero padre de la eventual revolución cubana, a defender la patria. El sólo texto del artículo martiano de 1861, “Nuestra América” (difícilmente conocido y menos aún comprendido en uno solo de sus doce párrafos por todos aquellos que ahora claman por la libertad en Cuba), contiene la clave para entender por qué el 95 por ciento del pueblo cubano opta por su socialismo y lo defiende a lo largo de más de cinco décadas. El Movimiento 26 de Julio, fundado en 1955 por Fidel Castro como un sustento de esa revolución, toma forma acabada con el aporte filosófico, ideológico y social del pensamiento y el llamado a la acción organizativa de José Martí. Un ideario moral, social y político que llama también por cierto a la liberación integral y definitiva del continente: “¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas!”, asume también para nosotros mismos el todavía vigente escrito…

28 de noviembre de 2016.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 4 de diciembre
de 2016)
El Otoño del Imperio

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