domingo, 29 de enero de 2017

Trump Presidente: El Telón de Fondo

Jesús Hernández Garibay

La polémica toma de protesta de Donald Trump como nuevo presidente de Estados Unidos estuvo, como se sabe, repleta de protestas, desaires y todo tipo de preocupaciones por el futuro del planeta. En tanto que en su discurso el magnate reafirmaba el camino prometido en su mandato (“Hemos hecho ricos a otros países mientras la fuerza y la confianza de nuestro país ha decaído. Ese es el pasado. Ahora miraremos solamente hacia el futuro”; “Recuperaremos nuestros trabajos, nuestras fronteras, nuestra salud y nuestros sueños”; “Estamos devolviéndoles el poder a ustedes, al pueblo…”), en la villa de Davos, Suiza, se llevaba a cabo la 47 edición del Foro Económico Mundial.

En este conclave el vicepresidente saliente, Joe Biden, pronunciaba un emotivo discurso a las élites asistentes, cuyo mensaje estaba dirigido al recién estrenado inquilino de la Casa Blanca: “en un momento de incertidumbre como el que padece actualmente el mundo, debemos apostar por los valores que hicieron grandes a las democracias occidentales y no permitir que el orden liberal del mundo sea desgarrado por fuerzas destructivas…”, decía. No obstante, dicho planteamiento también reflejaba la zozobra que, como telón de fondo, permea hoy tanto a la presidencia de Trump, como al mismo Foro y al mundo entero.

En discursos y conversaciones del Foro, “la frustración y el descontento”, así como la incógnita, la incredulidad y el no entender de plano hacia donde caminar, enmarcaron la agenda de la reunión anual. Fue éste un Davos sin brío, donde resonaron frases como “el peligro del populismo” o “las inconveniencias del proteccionismo”. Y es que la virtual defensa del proceso sistémico global equipara con la acrecentada desigualdad planetaria, que ya crea el hartazgo social. Un informe de Oxfam Internacional, Una economía para el 99%, expuesto antes de abrirse el evento, denunciaba que sólo ocho personas en el mundo poseen hoy una riqueza igual a la de los 3 mil 600 millones de seres humanos más pobres, es decir la mitad más excluida de la población mundial.

Así, mientras el nuevo mandatario disfruta ahora de su triunfo como resultado de la promesa de fortalecer a los trabajadores para que al fin alcancen el “sueño americano” ―una posibilidad tardía, que comenzó a perderse desde los ochenta cuando ya se denunciaba que las empresas dejaban atrás fábricas cerradas, trabajadores desempleados, y un grupo de pueblos fantasmas (ghosttowns) bajo el progreso de la desindustrialización a que sometieron a su país, al preferir aprovechar el poderío del mismo para hacer fortuna afuera, a costa del resto del mundo―, el informe de Oxfam muestra precisamente cómo “la brecha entre ricos y pobres es hoy mucho mayor de lo que se temía y describe cómo grandes empresas y los más ricos logran eludir y evadir el pago de impuestos, potencian la devaluación salarial y utilizan su poder para influir en políticas públicas, alimentando así la grave crisis de desigualdad”.

Una realidad que ahora evocan el ex-vicepresidente Biden y sus cofrades internacionales, cuando hablan de “apostar por los valores democráticos” del mercado, que paradójicamente guiarán también a Trump.

29 de enero de 2017.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 29 de enero de 2017)
El Otoño del Imperio

domingo, 22 de enero de 2017

Trump en la Casa Blanca: ¿Influyó Putin en el Descalabro Demócrata?

Jesús Hernández Garibay

Más allá de la polémica desatada por el gobierno saliente de Estados Unidos, de explicar la derrota demócrata y el triunfo de Trump en los recientes comicios por causa de la “mano negra” de Vladimir Putin, lo cierto es que hay muchas más formas de explicar el descalabro por el que ahora se rasgan las vestiduras quienes no podrían esconder su propia mano en decenas de comicios de otros países, incluida Rusia.

Una en particular es muy evidente. Ya desde noviembre de 2010 era manifiesto el deterioro del Partido Demócrata, cuando en las elecciones intermedias de ese año sufre una derrota legislativa a manos de un movimiento popular conservador que se expresa a través del Partido Republicano y ocasiona el logro por éste de importantes espacios en el Congreso, en el entorno del complejo escenario estadounidense de entonces, que incluía una severa crisis financiera.

Los resultados que propinan “una paliza” electoral (según el mismo Obama), respondían en lo fundamental al desaliento de gente cansada de promesas que no resolvían su desmejora familiar. El movimiento de derecha que ahora promueve a Trump nace en ese contexto, sustentando fuertes críticas hacia todo lo que sonara a gobierno demócrata, como los “despilfarros administrativos”, o su intervención en la economía o la decisión de crear un “Obamacare”. Como decía Rand Paul, senador por Kentucky y una de las “estrellitas” del llamado Tea Party que impulsaba a dicho movimiento, su objetivo era “devolver el gobierno al pueblo”.

Lo mismo en las elecciones intermedias de noviembre de 2014, muchos ciudadanos descontentos con dicha decadencia social acudieron a las urnas para repudiar a un presidente malquerido por ellos, y darles a los republicanos el control total del Congreso. En ese año se generó un gran delirio entre los sectores más conservadores del país, que ya hablaban de que los demócratas habían caído “en un profundo agujero”, con una minoría legislativa no tenida que soportar desde hacía casi 80 años.

En este entorno, un columnista afirmaba en la televisión que las victorias republicanas eran, “de muro a muro, la peor, inequívoca, la más aplastante derrota que usted verá alguna vez”, mientras otro comentarista alegaba: “Seis años…, las cosas no van bien, es hora de un cambio…, este es un voto anti-Obama, un voto en contra de los demócratas… La gente no quiere más. La gente no está cómoda con la dirección del país. No está cómoda con la posición de Estados Unidos en el mundo…”

Desde luego que no será el nuevo gobierno de Trump el que resuelva los problemas por los que se quejan quienes ahora lo impulsan. Como con toda seguridad tampoco un gobierno demócrata lo hubiera hecho, ni serían menos los problemas que ese país seguiría provocando en el resto del mundo con un mandato de Hillary, como no lo serán ahora con el nuevo turbulento habitante de la Casa Blanca. Porque la verdadera solución a los problemas por los que hoy pasan Estados Unidos y el resto del mundo, no depende de ningún gobernante sino de la decisión de pueblos enteros de modificar su historia actual y su futuro.

22 de enero de 2017.
(Publicado: Revista Siempre!, México, 15 de enero de 2017)
El Otoño del Imperio